por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







miércoles, 8 de mayo de 2013

Poderío y timidez



Cante: Alicia Gil, Chiquetete, El Marismeño. Guitarras: Lito Espinosa, Fran Cortés. Percusión: David Chupete. Saxo y flauta travesera: Mustelie. Coros y palmas: Inma la Carbonera, Natalia Marín. Baile y palmas: Juan Amaya ‘El Pelón’. Lugar: Teatro Central. Fecha: martes, 7 de mayo. Aforo: tres cuartos de entrada.

Comenzó nerviosa en la nana, aunque solvente de sobra, con su enorme potencial vocal, con un timbre hermoso y pleno de colores ocres. De fraseo poderoso, esta voz es además un instrumento plástico porque cuando la emoción se adueña de su interpretación, singularmente en los boleros por bulerías con que cerró el recital, la voz se rompe, la tensión aumenta y el público sucumbe a este turbión flamenco que es Alicia Gil. Los temas (alegrías, bamberas, soleares, fandangos, tangos, bulerías, rumbas) están concienzudamente compuestos, con mucho sentido narrativo. Deliciosas las dos intervenciones de los ‘mayores’ con los que se hizo acompañar, aunque el Marismeño es un niño pero es que, como el subrayó, empezó tan joven. Un mano a mano por Alosno muy sentimental, entregado, que arrancó los sones más jondos, con los cuplés por bulerías, de la cantaora. Y Chiquetete, esa joya, esa voz rota y brillante, por soleá trianera y animándose a cantar y bailar en el fin de fiesta. Poderosa en escena, Gil sufrió de exceso de timidez a la hora de pegarse una pataita, muy lejos del público, donde casi no la podíamos ver, y de recibir los aplausos.



La única pega que le pongo al recital es su academicismo. De hecho, cuando la cantaora se salió de los caminos habituales, como en la guajira, fue cuando el recital ganó más. Gil posee facultades, conocimientos y bagaje suficientes en los que confiar para adentrarse por caminos menos trillados. La originalidad es, siempre, lo que alimenta a un artista, esto es, al público. Y Gil tiene mimbres de sobra para ser original: ahí le puede ayudar su origen familiar no flamenco. Quizá le falte algo de atrevimiento para adentrarse en este terreno. El valor que si tuvo el programador para contar con esta intérprete.

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