Cante: El Guadiana, Pedro Cintas. Guitarra: Dani Méndez. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: 31 de octubre. Aforo: Media entrada.
Lo del Guadiana es una cuestión puramente física, sensual. Se trata de un color de voz único, un timbre aéreo y pleno de armónicos. Domina como pocos los secretos del compás, no en vano es un gran profesional de la danza flamenca desde hace cuatro décadas. Pero su concepto de la melodía flamenca es de lo más interesante, como demostró, por ejemplo, en su visión de las tarantas y cartagenera. Cantes cortos y directos. El Guadiana hace el legado tradicional, de Chacón, El Rojo el Alpargatero o Marchena, en el caso de la taranta, o en el de la Serneta y Joaquín el de la Paula en las soleares. El punto de este artista es que resulta muy personal, pese a que interpreta un patrimonio flamenco con más de 100 años. En su garganta todo suena distinto, por su timbre vocal y por la personalidad de la que dota su cante, recortando las melodías y los melismas e introduciendo sutiles arreglos que son como empellones de vida que confiere al cante.
Me gustó mucho como abrió la noche por tonás, con unas modulaciones muy
emotivas. Por tientos resultó impresionista y cálido, cerrando el cante por
tangos extremeños. Clausuró el recital a dúo con su paisano Pedro Cintas por
jaleos de su tierra.
Pedro Cintas es un cantaor voluntarioso, con una afición enorme. Eligió estilos
muy complejos en lo melódico, sobre todo en malagueñas y tangos extremeños. Es
el suyo un cante bronco, en la antípoda de toda sutileza o gracilidad, que se
pelea con la melodía y con el ritmo. Cante grave, recio, pesado, de entrega,
que resultó más efectivo en la seguiriya. Aunque se trata de dos cantaores muy diferentes, ambos tienen en común cierta
reticencia, cierto carácter estático, moroso. Daniel Méndez estuvo muy solvente dándoles la réplica con un toque
imaginativo, pleno de matices, pero muy sensible a las evoluciones del cante.
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