Voz: Niña Pastori. Piano: Luis
Guerra. Guitarra: Carlos Carmona. Bajo: Maca. Percusión: Chaboli, Ané Carrasco.
Coros: Toñi, Sandra. Lugar: Auditorio Fibes, Sevilla. Fecha: Sábado, 15 de
marzo. Aforo: Casi lleno.
Niña Pastori ha
patentado una fórmula propia de canción aflamencada, sentimental, a ritmo de tangos,de
letra sencilla,naïf,de melodías pegadizas pero con calidad y entregada
interpretación. Se sucedieron los temas nuevos, ‘La orilla de mi pelo’, ‘Hablo contigo’
‘No digas no’, trufados de éxitos: ‘Espinas’, ‘Armadura’ coreados a gritos por el
público. En el bis, ‘Cai’, firmado también por Alejandro Sanz, y una larga entrega
buleaera de parte de las coristas. En
su anterior comparecencia sevillana estuvo cortita por prescripción
facultativa: presentaba un avanzado estado de gestación. A sus fans no nos
importó, porque un poco de Pastori es mucho. Pero el sábado por la noche estuvo
espléndida. Me refiero a la duración del concierto, porque espléndida está siempre.
Rosa María es una gran intérprete y lo mejor de su repertorio es esa etapa intermedia en la que cantaba grandes
canciones de Queco, Alejandro Sanz, Jeros o composiciones propias como ‘Puede
ser’.
No obstante, en éste concierto se centró en el de sus dos últimos discos,
especialmente ‘La orilla de mi pelo’, con alguna novedad como la que daba
título al recital, ‘Ya no quiero ser’. Aunque la novedad es básicamente el
formato. Los nuevos tiempos exigen intimidad, vuelta a lo esencial: piano,
contrabajo, percusión, guitarra y coros. Lo mejor, con todo, sus incursiones en
el repertorio ajeno: ‘Contigo’ de Sabina y ‘Cádiz’ de Alejandro Sanz, ya en los
bises. Por el camino también clásicos de su firma como ‘Espinas’. El intimismo
y la fuerza son las bazas de Niña Pastori. Susurrar historias de
amor/desencuentro y gritar la rabia flamenca. Como flamenca fue su versión por
bulerías de ‘La zarzamora’, ‘Ojos verdes’ y un ramillete de coplas más. Como
flamenca fue la intervención inopinada de Miguel Poveda diciendo a dúo ‘Somos la
magia’. Y el fin de fiesta, por bulerías, como manda la tradición. Ahí cada uno
se dijo su letrita, cada uno se dio su pataíta: María Rosa se reconoció en sus
orígenes, se alimentó de su tierra y se pegó una pataíta con Chaboli.
El
público nos lo pasamos en grande: cantamos sus canciones a plena voz, hicimos
compás por tangos y bulerías, bailamos en nuestros asientos y no paramos de
grabar y retrasmitir en directo el concierto. El público que adora a esta
intérprete carismática, vestida de gasa azul sobre unos tacones enormes, como
una reina, en la primera parte, o cercana, descalza, con leggins, como una más
del barrio, de la casa, de la familia, en el fin de fiesta. Bailamos a ritmo de tangos y dos descargas por
bulerías. Bailamos los señores como yo, las jovencitas de vertiginosos tacones y
las niñasde 7 años. Así es el público de esta cantaora, desde un señor a una
niña de 7
años.
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